miércoles, 6 de febrero de 2013

MEMOIRA


Lúdicos versos para decirlos meando
o mientras se consume el amor.

(Manuel Sifuentes no es poeta, sólo pretende hacer poesía)

La noche está matinal,
y las palabras se precipitan
lentamente,
como sangre que cae del rostro.

Nadie se ha ido
todos duermen despiertos,
todos en la noche se agitan
haciendo infinitos ejercicios
de muerte.

(Me contó Martín Adán que las nubes se llevan las ideas y las riegan en otro lugar,  por eso,  a Lima casi no le vienen, sólo le van)

Memoria de la luz
y oscuro rincón del alma,
memoria marcada por el suplicio,
poesía herida por el silencio,
continuamente en estado de ira,
heridamente en estado de mansedumbre;
rigidez de espíritu y no hacedor,
no creencia en el miedo,
no certeza de dios,
memoria vacía por él.

(Se lo escuche un día a Vallejo, hablando con Vicente Jordán, que se nos va el tiempo en palabras que echamos fuera del alma, sin saber que al despotricar arrojamos al viento el poco aliento de vida que se nos da)  

En la memoria puedo recoger
Algunos asuntos consubstanciales
para arrojarlos en el círculo silencioso
que me dibujo en torno a mí
danzando entre la noche y el día
para no morir.

Sí,

desencuentro el continuo yo domado.

El,

desarmado y descomprendido
se duele por todo
y por todos los defectos.

Es que, amigo disimulado
una cosa es tener la vida por dispendio
y otra, muy distante, por preocupación.

( Fue al final de un día, que el manieroso Whitman cogió un montón de tierra y llevándosela a la boca pronunció una oración, y pensó en ese momento haberse hecho uno con el planeta, porque, a su parecer, la tierra y Dios tienen en todas partes la misma razón... yo le creo lo de la tierra, pero lo de dios...)

Esta noche tengo el alma extendida
sobre mi cuerpo enfermo,
en vigilia,
cubriéndolo del frío y del dolor,
vaciada sobre el molde de mi existencia,
como una fervorosa frazada,
como ese inevitable cielo azul
que cubre a la tierra,
y a pesar, esperando al borde
para huir
a los infiernos de la imaginación,
el único lugar donde seguramente
podría sentirse a gusto
mi pene desbocado,
en compañía de Poe, Wilde,
Verlaine y Rimbaud ,
de Narciso y de Amador,
de ese cabro que murió de Sida
y de tanto violador atormentado,
tanto infeliz acaudalado
y tanta puta irredenta;
que, algunas mañanas de frío
arman pandillas perniciosas,
y marchan en tropel
hacia el alucinado Edén.

(Cornell y Dericón no conocieron a Huidobro pero no le hubieran negado la frase que lanzó aquel día que Neruda... Si he de perdurar, no será deglutiendo odio para vomitar amor.)

Pero como para mí no existe cielo sobre tierra,
ni los infiernos bajo la mierda que arrojamos,
el alma sufre y cuida al cuerpo
y el cuerpo se conduele del alma
expeliendo dolor,
porque cuando termine de podrirse
ella,
se habrá  esfumado aquella ,
como la neblina
que ahora empieza a cubrirlo todo
y yo ya me tengo que ir.

En ninguna parte podrán decirme
que estoy equivocado.

Sólo, que no tengo razón.

( Y Nietzsche dijo: yo)

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