Lúdicos versos para decirlos meando
o mientras se consume el amor.
(Manuel
Sifuentes no es poeta, sólo pretende hacer poesía)
La
noche está matinal,
y
las palabras se precipitan
lentamente,
como
sangre que cae del rostro.
Nadie
se ha ido
todos
duermen despiertos,
todos
en la noche se agitan
haciendo
infinitos ejercicios
de muerte.
(Me
contó Martín Adán que las nubes se llevan las ideas y las riegan en otro
lugar, por eso, a Lima casi no le vienen, sólo le van)
Memoria de la luz
y oscuro rincón del alma,
memoria
marcada por el suplicio,
poesía
herida por el silencio,
continuamente
en estado de ira,
heridamente
en estado de mansedumbre;
rigidez
de espíritu y no hacedor,
no
creencia en el miedo,
no
certeza de dios,
memoria
vacía por él.
(Se
lo escuche un día a Vallejo, hablando con Vicente Jordán, que se nos va el
tiempo en palabras que echamos fuera del alma, sin saber que al despotricar
arrojamos al viento el poco aliento de vida que se nos da)
En
la memoria puedo recoger
Algunos
asuntos consubstanciales
para
arrojarlos en el círculo silencioso
que
me dibujo en torno a mí
danzando
entre la noche y el día
para
no morir.
Sí,
desencuentro
el continuo yo domado.
El,
desarmado
y descomprendido
se
duele por todo
y
por todos los defectos.
Es
que, amigo disimulado
una
cosa es tener la vida por dispendio
y
otra, muy distante, por preocupación.
(
Fue al final de un día, que el manieroso Whitman cogió un montón de tierra y
llevándosela a la boca pronunció una oración, y pensó en ese momento haberse
hecho uno con el planeta, porque, a su parecer, la tierra y Dios tienen en
todas partes la misma razón... yo le creo lo de la tierra, pero lo de dios...)
Esta
noche tengo el alma extendida
sobre
mi cuerpo enfermo,
en
vigilia,
cubriéndolo
del frío y del dolor,
vaciada
sobre el molde de mi existencia,
como
una fervorosa frazada,
como
ese inevitable cielo azul
que
cubre a la tierra,
y
a pesar, esperando al borde
para
huir
a
los infiernos de la imaginación,
el
único lugar donde seguramente
podría
sentirse a gusto
mi
pene desbocado,
en
compañía de Poe, Wilde,
Verlaine
y Rimbaud ,
de
Narciso y de Amador,
de
ese cabro que murió de Sida
y
de tanto violador atormentado,
tanto
infeliz acaudalado
y
tanta puta irredenta;
que,
algunas mañanas de frío
arman
pandillas perniciosas,
y
marchan en tropel
hacia
el alucinado Edén.
(Cornell
y Dericón no conocieron a Huidobro pero no le hubieran negado la frase que
lanzó aquel día que Neruda... Si he de perdurar, no será deglutiendo odio para
vomitar amor.)
Pero
como para mí no existe cielo sobre tierra,
ni
los infiernos bajo la mierda que arrojamos,
el
alma sufre y cuida al cuerpo
y
el cuerpo se conduele del alma
expeliendo
dolor,
porque
cuando termine de podrirse
ella,
se
habrá esfumado aquella ,
como
la neblina
que
ahora empieza a cubrirlo todo
y
yo ya me tengo que ir.
En
ninguna parte podrán decirme
que
estoy equivocado.
Sólo,
que no tengo razón.
(
Y Nietzsche dijo: yo)
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