Si
el mundo fuera como debiera ser
no
habría dioses ni endiosados;
no
habría receta, ni código, ni libro sagrado,
ni
guía para saber que hacer o que no hacer,
ni
una sola palabra imprecisa.
Para
comenzar,
ni
siquiera esto que escribo
habría sido escrito
y
yo ya estaría
dedicado a las cosas
que
hacen posible la felicidad,
sin
temor, sin ataduras,
sin expectativas.
Porque,
si el mundo fuera como debiera ser,
yo
no sería yo sino el otro que me mira;
y tú
serías quien yo quisiera que fueras
Y
la existencia sería como la sensación
de una
flor del campo en primavera,
de una
mañana de verano en la playa,
de un
cometa de agosto que se eleva,
de un
sueño de niño que nunca acaba.