martes, 24 de abril de 2012

DE UN HOMBRE SENSATO


En mi casa, vestirme
es un lunes de mierda.
La cortina que no tapa
y el sueño
pegado a mi espalda
pesa como una entraña viva.
Salgo con un beso
y el desayuno en la palabra,
busco la tierra, su rumbo
y me entrego al sufrimiento
de las distancias,
para entrar al lugar
donde fabricaré
leche para mis hijos,
ropa para el invierno,
sueños para el mediodía
y jubilación anticipada.
Donde además
buscaré horas extras
para comprarme ese libro
que tan bien lucirá
en mi cerebro.
Entonces lograré ser
empleado de todos,
propietario de una ilusión,
dependiente de la miseria.

Acumulare proyectos inconclusos,
y en ese trance alienado
el reloj me dará con sus horas
en el viernes,
sin haber podido llegar al jueves.

Desde hoy tengo que proyectarme
como una estrofa de la lluvia,
a bañarme de espera
a ser otra vez el hijo, el padre,
el esposo que ama inmenso
y el gran imbécil que la gente aleja
y la tierra proscribe
porque quiere subvertirla toda
únicamente con poesía.